(…)Todavía
lo rodeaba un mundo que vivía así, que se quería así, deliberadamente hermoso y
atildado, arquitectónico. Para sentir la distancia que lo aislaba ahora de ese
columbario, Oliveira no tenía más que remedar, con una sonrisa agria, las
decantadas frases y los ritmos lujosos del ayer…
Hay ocasiones en las
que estamos muy dolidos o decepcionados. Nos miramos al espejo y no nos
reconocemos. Ni siquiera ese “yo” del espejo es capaz de fingir una sonrisa.
Sólo podemos pensar en cómo eran las cosas antes, aquel pasado al que ya no
podemos volver, y nos resignamos a pensar en el presente.
En esos momentos,
tendemos a olvidar lo que tenemos alrededor, esas personas que nos quieren, que
han estado presentes tanto en los buenos momentos como en los malos, y que siempre
estarán ahí para apoyarnos, para borrar las huellas de un presente que duele y
devolvernos la esperanza de la existencia de un futuro mejor.
Tenemos que recordar que el pasado puede doler, pero que no estamos solos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario