viernes, 10 de mayo de 2013

Capítulo 7, Rayuela


  Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

     Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.



La pasión, el deseo, la ternura y el amor envuelven a Julio Cortázar. Señala sin dejar detalle todas las facciones de ella. La toca, la contempla, siente su cuerpo como si se tratase de la primera vez. Las miradas cómplices llevan a juegos, dónde las pupilas se dilatan y el corazón late cada vez más deprisa. Sus respiraciones se confunden, se funden en una hasta llegar al ansiado ósculo.
Cortázar se eleva al Olimpo al rozar su piel, se muestra pasional, vivo, fugaz, lleno de energía y con ansias de disfrutar del cuerpo de ella. Este es tan solo un pequeño reflejo de la realidad que quiere plasmar él en su obra, ese sentimiento de lujuria que en algún momento nos rodea a todos como seres humanos, ese momento en el que se está enamorado y todo lo demás no tiene importancia. Lo mismo le da que se acabe el mundo hoy o mañana, solo le importa ELLA, su mundo es ELLA. Y es entonces cuando se deja llevar plácidamente al deleite carnal.


Melany García Vigil

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