La voz de la experiencia
me dice que la esencia embriagadora de los jazmines, de los narcisos, de las
rosas… no es comparable a lo que un hombre percibe de una mujer. Es más, si la aromaticidad
sensual recorre las hombrías fosas nasales, el resultado es el dominio animal y
salvaje del macho.
La siguiente historia trata de un joven enamorado a la par que cautivado.
Surgió su lado más salvaje cuando reinó la nocturnidad; reinó la voluptuosidad,
una voluptuosidad provocada por la fémina. Al escuchar la llamada animal, se desató una
pasión desenfrenada. Estaba hechizado por un mágico perfume proveniente de lo
más íntimo de su dama. Acto seguido, el muchacho confundió sus sentidos,
confundió el perfume con el gusto. Divinos fueron los sentidos acercándole al
placer erótico, disfrutando de la flor de la vida.
A pesar de la experiencia, nunca podré comprender si esto es amor o es solo un juego sensual.
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