Nada mejor que romper la realidad con un juego de niños en el que me besas y acaba con verdaderas promesas.
Ningún método más acertado que trasladar a la ficción lo que no entra en el cinturón de lo cotidiano.
Por que sólo en sueños soy capaz de alcanzar tu mano, pero despierto y todos esos esfuerzos han sido en vano.
Y aquí estoy. A las ocho de la tarde de un martes cerca de la playa, aún me siento buceando entre tuberías que acumulan los efluvios de la gente que se mira al espejo cada mañana y sólo retiene una imagen borrosa de lo que se irá esculpiendo a lo largo de la jornada.
Déjame dormir, que sólo quiero soñar.
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