Y ahí estaba yo, otro día más en las calles de un París turbio y borroso, un París con mal sabor de boca. No sabía si lo que mi cuerpo sentía era angustia por su ausencia o angustia por la cantidad insultante de alcohol que en ese momento contenía mi cuerpo.
Y ahí estaba yo, otro día más en las calles de un París gris y humeante, un París que me consumía. No sabía si lo que me consumía o era yo, o era el cigarro que con dificultad sostenían mis dedos.
Y ahí estaba yo, otro día más en las calles de un París triste y melancólico, un París que no me comprendía. Mi boca sollozaba balbuceando en un francés casi incomprensible y definitivamente penoso algo que recordaba a "Les amants du Havre".
¡Oh maga mía! Ahí estaba yo...y no estabas tú.
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